A Parrulín le encanta Halloween, o Hallowín como dice él. Le encanta su disfraz de fantasma. Cuando tenía casi, casi, un año y medio, el mismo día de Hallowín, mientras dormía la siesta se me ocurrió una idea, cogí una sábana vieja, la recorté, le pinté ojos y boca y ya tenemos disfraz! Este será el tercer año que lo reutilicemos. Por si alguien necesita ayuda con el disfraz, este es el nuestro:
Estos días, como ya había pasado lo peor, hemos ido los dos de visita varias veces al hospital a ver a mi madre. Este niño es un santo, pobre. Parrulín, vamos a ver a la abuela? Y hace fiestas “Si, si, a ver a la abuela, a ver a la abuela, bien, bien!” Después de tres metros y un autobús aún hace fiestas “Ya hemos llegado, bien, bien!” Parrulín encantado de la vida, y como no, el rey allá donde va. Entramos y se asoma a la recepción y le dice “Hola chica guapa!” y la chica guapa se queda asombrada y feliz del saludo. De hecho, incluso le da un caramelo. Parrulín lo coge y le dice “Muchas gracias, muy amable” y la chica guapa se queda asombrada otra vez. No tengo que pelearme con él por el caramelo, que es duro y no le dejo comer eso, porque acto seguido lo tira a la papelera “Es que no lo quiero mamá” Bueno, hijo, pues entonces me lo das, pero los caramelos no se tiran a la papelera. Esto, todos los días.
Va saludando a todas las enfermeras de planta hasta llegar a la habitación, y a todas con la misma cantinela “Hola chica guapa”, y las chicas salen del control para verle y que les llame guapas. Este niño tiene un peligro… Toca a la puerta toc-toc, y entra a la habitación de la abuela, se dan besos y abrazos efusivos, y cuando ya llevamos un rato vamos a pasear con la abuela por el pasillo. Entonces recorremos toda la planta saludando a enfermeras, auxiliares, limpiadoras, médicos, pacientes… A todas las chicas “Hola chica guapa” a las enfermeras y demás les alegra la tarde y babean, pero a las enfermas no os lo podéis imaginar. Chicas jóvenes, que dan un paseo, sin pelo, enchufadas al suero o a la quimio, y ven un precioso chiquitin que les dice “Hola chica guapa” y les cambia la cara.
Pues bien, ayer, le puse el disfraz de fantasma, compré un kilo de mandarinas, un rotulador, y un caldero para meterlas. De camino al hospi fuimos dibujando caras en las mandarinas, hay alguna incluso que está sonriendo porque así lo quiso él. Aquí las acabábamos de pintar y se estaban secando un poco. Así quedaron algunas:
Os podéis imaginar el éxito del niño, recorriendo la planta, vestido de fantasma, regalando sonrisas y sustos por igual, y después preguntado si querían una mandarina que da mucho susto. Recorrimos toda la planta… dos veces! Y repartió 20 mandarinas! Había algunos que no les apetecía y cuando se daba la vuelta me la devolvían, pero todos flipaban con el niño y con la idea de las mandarinas. Ha sido una buena idea.
Tanto que quería que le hiciera para sus amigos de clase. Anoche compré otras 20 mandarinas, las he pintado esta mañana mientras venía en el cercanías. ¿Y sabéis qué ha pasado? Que han tenido el mismo éxito en el trabajo que en el hospi! Y sin niño! Ja,ja! No me queda una! En cuanto salga de trabajar tengo que comprar más, comer rápido y pintarlas antes de las 5.
Y la buenísima noticia del día… mi madre ya está en casa! Yuju! Yuju!
Otro día más.
Sean buen@s y felices.